Estas últimas semanas el ritmo de viaje se ha relajado demasiado. Largas horas en ibicencos chiringuitos de madera, yoga, meditación, música de Bob Marley por todas partes, rastas, porros, alcohol, spaghetti, pizzas y rock & roll. Cansada de "hippismos, yoguismos y juerguismos" anti-indios me uno a un grupo de israelíes para lanzarnos a una nueva aventura.
Atamos bien las maletas en la baca del coche y salimos rumbo a Chandra Lake, donde acamparemos en plena montaña, rodeados de naturaleza. No han pasado ni 30 minutos de viaje y en cuestión de segundos bocanadas de humo procedentes del volante crean una niebla asfixiante que nos deja sin aliento, vamos a salir ardiendo! Que no cunda el pánico, un par de movimientos en una barra de metal que atraviesa el Jeep y en marcha de nuevo respirando como podemos con las ventanas bajadas.
Pero no por mucho tiempo...
Con cánticos indios de música ambiente recorremos otra hora más montana arriba y... ploff! Bloqueados de nuevo, no en la carretera sino en charcos de barro que pretenden ser considerados "camino".... ¡Esto es un estanque! Decenas de camiones y coches han quedado estancadas. Dos horitas de espera que no se hacen demasiado pesadas por las maravillosas vistas del lugar. Y en marcha! Adam delante, Shaul y Nir en el maletero, y las tres chicas, Anat, Ani....Anika? Anika? Anika ya no es Anica! Parece haber buceado en un mar de polvos de talco! "STOP, STOP!!" Le grita al conductor. Palabra que repite unas 17 veces durante las siguientes cinco horas de viaje... Buen momento para ser atacada por el virus "diarreaatomica", tan habitual en los viajeros que visitan India.
Pero creo que para ella esto es algo más que una simple diarrea.... El caso es que este incidente le ha hecho recordar como murieron sus dos abuelos, ambos indios. El calor abrasador en la época pre monzónica hace que, sobre todo para las personas mayores, un apretón se convierta en una verdadera pesadilla mortal. Disponerse en cuclillas sobre ese agujero en el suelo denominado letrina, apuntar y mantener la compostura durante el tiempo de evacuación con goterones de sudor y esos dolores que con los anos nos atacan a todos, convierte esta faena en un verdadero deporte de riesgo que de hecho ha acabado con la vida de miles de indios. Una muerte auténticamente india. El caso es que tras unas cuantas paradas mas para cosas tan habituales como recoger la mochila que se ha desprendido del techo o comprar una botella de agua para preparar una mágica mezcla con azúcar, agua y sal para nuestra pobre enferma o para dejar pasar a un rebano de ovejas y cabras, llegamos al campamento. Dormimos escarchados de frio a 4300m de altura y al amanecer nos dirigimos al famoso lago Chandra cuyo color y belleza logro hipnotizarnos por unos minutos. Por la tarde llegamos a Kaza, punto base para realizar distintas rutas de senderismo. ¡En activo!